14/3/06

El joven Rilke

Rainer Maria Rilke. Primavera sagrada y otros cuentos de Bohemia.
Traducción y postfacio de Ramón Alcubierra. Ilustraciones de Aifos Álvarez.
Editorial Funambulista. Madrid, 2006.


Estos siete relatos de Rainer Maria Rilke que Funambulista edita en el volumen Primavera sagrada y otros cuentos de Bohemia son una antología de textos juveniles, cuatro de ellos inéditos en español, que completan la imagen del magnífico escritor checo.
Tres de estos relatos proceden de la recopilación Al hilo de la vida y los otros son inéditos para los lectores españoles: Primavera sagrada, que da título al libro, La criada de la señora Blaha, El fantasma y La risa de Pán Mráz.

Es este un Rilke ensimismado, adolescente y relamido a veces, pero en el que se atisba ya una inusual profundidad en la visión de la naturaleza y de la vida.
Mediante estos relatos se encauza su sensibilidad, proyectada en personajes que anticipan algunas de sus creaciones posteriores. Se trata no solo de pruebas de estilo, sino de ejercicios de educación de la sensibilidad, del semillero de la obra que estaba empezando a germinar.
Sentimiento y originalidad, autobiografismo y un humor suave muy característico se combinan en estas narraciones pobladas de personajes solitarios y enigmáticos y tocadas por una visión transcendida de la naturaleza y los sentidos.
Por eso en estos cuentos hay más descripción que narración, más ensueño voluptuoso que transcripción de la realidad superficial, porque lo que le interesa al joven Rilke es la profundización en la realidad y en los personajes, especialmente en los femeninos, que parecen entroncar con Beardsley y el prerrafaelismo.
No es este todavía el Rilke de los Cuadernos de Malte Laurids Brigge, aquel que decía "ahora aprendo por fin a mirar", pero la exaltación panteísta y visionaria de la realidad anticipa ese enfoque posromántico, decadente y simbolista de su mejor libro en prosa y de algunos poemas de la primera década del XX.
La agudeza en la percepción de la realidad, el misterio de la vida, el enfoque existencial, la presencia de personajes desorientados que reflejan el desasosiego y la perplejidad de su autor anuncian algunas de las claves con las que Rilke iba a construir su obra mayor.
Cerezos, alamedas, lagos lejanísimos y siempre algo que flota en el paisaje y sobre los hombres, como un ángel terrible o una conciencia superior.
No es, claro está, el Rilke maduro, pero el autor de estos cuentos es ya un delicado intérprete del papel del hombre en la naturaleza y un espectador privilegiado que mira, desarraigado, melancólico y visionario, más allá de la superficie de las personas y las cosas.
Una lectura tan delicada como su autor, como la edición en la que se presenta.

Santos Domínguez