12/3/06

Paraíso perdido


John Milton. Paraíso perdido.
Traducción, prólogo y notas de Bel Atreides.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2005
Ciego, pobre, de vuelta de la vida, restaurada la monarquía contra la que luchó, el republicano John Milton no había dejado apagarse el fuego de la rebelión, de la inteligencia y de la literatura en aquellos años en los que se lamía la herida del fracaso de la revolución inglesa de Cromwell a la que tanto había contribuido.
Esos últimos años los dedicó a escribir lo mejor de su obra poética, los sólidos versos que memorizaba en noches de creación ardiente para dictárselos por la mañana a un escribano. Esos versos de largo aliento son los cimientos que sostienen su creación más importante, el Paraíso perdido que apareció en1667, siete años antes de la muerte de Milton.
Se editan ahora en edición bilingüe en Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores con traducción de Bel Atreides, responsable del certero prólogo y de las iluminadoras notas que acompañan al texto.
Con el Paraíso perdido, Milton se convierte en uno de los profetas de la contemporaneidad, en uno de los padres de la cultura europea de los dos últimos siglos.
Heterodoxo y crítico, defensor teórico y práctico del divorcio, su ideología republicana, expresada en abundantes escritos políticos, lo convirtió en uno de los referentes de la Revolución francesa y de la Independencia americana. Percy Shelley le admiraba como a un precedente de la rebeldía romántica y de la exaltación de lo demoníaco que culminaría en Blake y en Baudelaire. De Nietzsche a Aleixandre, de Rimbaud a Cernuda, esa presencia de Milton es insoslayable.
En esta épica de la caída contra la que se revuelve el hombre occidental, la curiosidad y el escepticismo se conjuran para reivindicar la rebeldía y la libertad frente a la obediencia, para hacer una humana afirmación del caos frente a la providencia paternalista. No hace falta forzar mucho las situaciones para ver aquí prefigurado a Camus.
Decía Blake de Milton que su impulso satánico le hacía escribir encadenado sobre los ángeles y la divinidad y en libertad cuando habla de las fuerzas infernales. Quizá no sea Satán el héroe del Paraíso perdido, pero sí es el responsable (como recuerda Bel Atreides en su brillante introducción) de que esa obra siga hablándonos hoy directamente a través de ese personaje de las tinieblas en el que queda simbolizada la conciencia del hombre moderno.
Una conciencia que, como este Satán de Milton, tiene sus precedentes en Aquiles, un Terminator aqueo (la agudeza es de Bel Atreides), el personaje homérico que mejor prefigura al hombre contemporáneo, un personaje de estirpe satánica cuya hybris vuelve a escucharse en el Dios ha muerto de Nietzsche, en el personaje fáustico que prefiere el exilio al sometimiento.
Bloom ha vinculado el Satán de Milton con Yago, cuya traición es resultado de su postergamiento, con Macbeth o con el lado oscuro de Hamlet y su nihilismo intelectual.
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A través de este Milton libertario y preexistencialista, a través de ese héroe contemporáneo que es Satán, el caído, no Lucifer, se prefigura el Frankenstein prometeico de Mary Shelley.
Y en el Rilke del Libro de horas que preguntaba qué iba a ser de Dios cuando él muriera, ¿no volvemos a oír un eco de Milton y de la rebeldía romántica?
Blade Runner, la magnífica película de Ridley Scott, es en gran medida una revisión de ese tema. No es una casualidad que sobre la novela que la inspiró floten unos versos de Blake sobre los ángeles rebeldes que constituyen la culminación visionaria del legado de Milton en la configuración del hombre contemporáneo, en la altura ética y humana de su desafío, de su desolada declaración de independencia.

Santos Domínguez