27/7/07

Byron. El último viaje



Harold Nicolson.
Byron. El último viaje.
Traducción de Ernesto Junquera.
Siruela. Madrid, 2007.
Publicado en 1924 con motivo del centenario de su muerte, Byron. El último viaje, que firma Harold Nicolson y publica Siruela, más que un ensayo o una biografía convencional es un relato del último viaje y del último año en la vida del poeta inglés, una figura fascinante que representa lo mejor y lo peor del Romanticismo, sus excesos y su idealismo, su inseguridad y su vocación suicida y autodestructiva.

Escrito, pues, con tonalidad narrativa y no como un ensayo erudito, se lee como una novela protagonizada por alguien que, como Byron, vivió para la literatura y en la literatura y confundió con frecuencia la realidad y el ensueño y construyó su existencia de personaje como si la estuviera escribiendo, según un diseño artístico y literario

En Génova, el 1 de abril de 1823, comienza el relato con la decepción de lady Blessington tras visitar a un Byron apacible y afable y no al mito viviente que ella esperaba ver.

El día a día del poeta, su personalidad compleja y contradictoria, brillante y confusa, caótica y creativa. Sus obsesiones supersticiosas, sus buenos sentimientos y sus inseguridades completan la figura de aquel Byron irritable y melancólico en busca de la paz interior en el exilio de Génova.

Aparece por sus páginas un Percy Shelley liante y una Mary Shelley celosa de Byron, calculadora y conflictiva. Son los personajes con los que Gonzalo Suárez hizo una espléndida película, Remando al viento.

Y un Byron infeliz, de cerebro masculino y carácter femenino en la apreciación de Nicolson. Genial y malintencionado, bello y deforme, con rango social y sin posición, con una fama demasiado juvenil y una fortuna demasiado tardía, proclive al error y a la brillantez.

En aquellos últimos años Byron sentía que su popularidad literaria decrecía y que, acosado por la infamia y los remordimientos, era a los 35 años mucho mayor de lo que su edad cronológica señalaba.

Con ese estado de ánimo emprendió aquel último viaje a Grecia a bordo del bergantín Hércules, en plena guerra de independencia que había suscitado la simpatía de los círculos intelectuales europeos.

Un Byron adherido apasionadamente a la causa griega busca allí su último refugio, su redención, y aunque ve en ese viaje una serie de expectativas, sabe que viaja hacia la muerte.

Neurótico y supersticioso, emprendió el viaje con una mezcla de esperanza y fatalismo, como quien cumple una sentencia de muerte. Primero en Cefalonia, luego en Ítaca y Metaxata, el viaje culminó en la travesía a Missolonghi, donde fue recibido como un héroe .

Allí empezaría una larga serie de sufrimientos que le llevarían a la muerte, una larga cadena de errores militares e imprevisiones y una dependencia funesta de un William Parry, brutal y dominante, que ejerció una influencia absoluta sobre un Byron cada vez más aislado. Los excesos alcohólicos de aquellas semanas le provocaron un ataque epiléptico y una creciente depresión por su deteriorado estado de salud y por la pérdida de esperanzas de ejercer liderazgo en la liberación de Grecia. En ese estado de crecientes perplejidades y miedos y en una situación de ansiedad hipocondríaca Byron afrontó sus últimos meses de vida.

Pese a esa serie de conmociones y fracasos, todavía tuvo tiempo en sus últimos días de demostrar su calma y su coraje antes de entrar en diez días trágicos que se iniciaron con un enfriamiento y precipitaron su muerte el 19 de abril de 1824.

En el análisis de la personalidad de Byron, en la comprensión profunda de su figura, en la magnífica narración del viaje y en el relato de los diez días de su última enfermedad, este libro ya clásico alcanza una más que notable altura literaria y se convierte en una lectura inolvidable.

Byron sabía que aquel era su último viaje. El día de su cumpleaños, el 22 de enero de 1824, escribió uno de sus últimos textos poéticos, casi un testamento, que terminaba así:

Si te remuerde tu juventud, ¿por qué vivir?
La tierra de la muerte honorable
Está aquí: ¡ve al campo de batalla
Y exhala tu último suspiro!
Busca la tumba del soldado
-menos buscada que encontrada-
Pero que para él era lo mejor.

Después, mira alrededor, escoge tu trozo de tierra,

Y descansa en ella.
Santos Domínguez