16/7/07

Cuentos de los días raros


José María Merino.
Cuentos de los días raros.
Punto de Lectura. Madrid, 2007.


La literatura debe hacer la crónica de la extrañeza, escribe José María Merino en la nota con la que abre sus Cuentos de los días raros, que edita en formato de bolsillo Punto de Lectura.

Esa declaración de principios vale no sólo para este su cuarto libro de relatos. Vale para los anteriores como los Cuentos del reino secreto, El viajero perdido o Cuentos del Barrio del Refugio y para los posteriores Cuentos del libro de la noche.

El excepcional contador de historias que es José María Merino se mueve en estos Cuentos de los días raros en su territorio narrativo predilecto, allí donde se diluyen las fronteras entre la vigilia y el sueño y la fantasía invade con naturalidad los espacios cotidianos, como en el magnífico y engañoso Capricho (1891) de Montañés que se ha elegido como motivo de portada. Unos relatos en los que la realidad enseña sus abismos vertiginosos o sus iluminaciones.

Merino reúne en este volumen quince cuentos sobre la rareza a través de los sueños, los libros, los recuerdos o lo cotidiano. Relatos en los que se conjuran los rasgos, los temas y los registros más peculiares de su mundo narrativo y en especial la incursión de lo fantástico en lo cotidiano. Son, pues, una muestra espléndida de lo que el propio narrador ha definido como realismo quebradizo, una detección de las grietas por las que lo raro asalta la realidad.

Como en todos sus libros de relatos, el autor introduce un hilo conductor que los una y no los deje en una mera colección recopilatoria de narraciones yuxtapuestas.

Aquí ese eje radica en la importancia de la emoción, en el conflicto entre la realidad y el deseo, que vuelve a ser expresión de un viejo y eficiente motor literario y convoca, con humor, ironía y afecto, a una galería de personajes vulnerables en busca de su identidad problemática. Personajes que mueven su perplejidad en un laberinto en el que no se distingue la frontera que separa la vigilia del sueño.

La demostrada capacidad de contador de historias de José Mª Merino, la sutileza en la descripción de personajes y en la narración de hechos, su precisión estilística son los instrumentos que operan el milagro de que lo fantástico se instale con naturalidad en lo cotidiano y lo raro sea una variante verosímil de lo normal.

Porque, como dice un personaje de uno de estos cuentos, ¿Cómo no iba a ser verdad todo aquello, tan verosímil, tan bien contado?
De esa realidad movediza e insegura, con vigilia y sueño, de sus perfiles inquietantes, dan cuenta estos magníficos textos que ofrecen también la posibilidad de lecturas simbólicas porque van más allá de lo puramente narrativo para proponer interpretaciones irónicas, perplejas o compasivas de la condición humana.

Santos Domínguez