20/10/07

Carver y yo


Tess Gallagher.
Carver y yo.
Traducción de Jaime Priede.
Bartleby. Colección Miradas. Madrid, 2007.


Diez meses antes de la muerte de Ray emprendimos con coraje una dura batalla, pero en mayo de 1988 supimos que la victoria no sería posible. Ray murió el 2 de agosto. Ese período de tiempo tuvimos que asumir que no saldríamos de aquello. Fue duro, muy duro. Pero, aunque resulte extraño, fue una de las fases más trascendentes de nuestra vida en común.

Con ese párrafo comienza Sin final, uno de los textos de Tess Gallagher que integran Carver y yo, la recopilación de textos que acaba de publicar Bartleby en su colección Miradas con traducción de Jaime Priede.

En Carver y yo Tess Gallagher, su viuda, rememora los diez años de convivencia con Carver a través de ensayos prologales, artículos, cartas, diarios de viaje y entrevistas.

Fue en esos diez años, de 1978 a 1988, en aquellos diez años de propina de los que hablaba Carver, cuando escribió sus mejores relatos y sus poemas de más calidad.

Precedidos de un prólogo de Greg Simon y una introducción de William P. Stull y Maureen P. Carroll, y acompañados de materiales gráficos que ilustran las palabras y los momentos evocados en el libro, todos estos textos contribuyen a un acercamiento certero al mundo personal y literario de uno de los escritores más influyentes de las últimas décadas.

Organizado en cuatro partes, la primera, Excursiones, es el diario de un viaje por Europa: París, Zurich, Roma o Londres son lugares de encuentro con amigos escritores, editores o intelectuales. En esa primera parte figura el excelente texto que se titula El aprendizaje del alma, una introducción de Gallagher a la poesía de Carver y a las claves de algunos de sus mejores textos.

La correspondencia y un diálogo con Robert Altman son los ejes de Vidas cruzadas, la segunda parte, que toma su título de la película que dirigió el cineasta a partir de algunos relatos de Carver y en donde reflejó su universo narrativo.

La tercera, Conversaciones, recoge algunas de las entrevistas que Gallagher concedió a algunos medios norteamericanos.

Y hay una cuarta parte, Sin final, que además del que da título a la sección, contiene otro, quizá el mejor de un conjunto tan interesante: Un brillo nocturno al fondo de la memoria. Un texto donde Gallagher, con una tonalidad semejante a la que empleó Carver en Tres rosas amarillas para reconstruir las horas previas a la muerte de Chejov, cuenta su relación con el territorio Carver, que es ya también el territorio Gallagher, con un trasvase que comunica sus respectivas obras y acaba enriqueciéndolas con ese constante diálogo intertextual entre la obra de aquellos dos valientes a los que aludía Tess en su poema Fogata.

De forma más directa y menos elusiva que en su emocionado y a veces opaco El puente que cruza la luna, pero con la misma carga emocional, Tess Gallagher, ahonda aquí en el sentimiento de pérdida y se plantea estos textos como una forma de consuelo a través de otro libro de amor y duelo.

Más allá del recuerdo o la simple evocación, estas prosas buscan el lugar de la memoria (ese brillo nocturno al fondo) en donde sea posible el diálogo entre la vida y la muerte, como hacía aquel Antonio Machado cuyos versos frecuentaron tanto.

Santos Domínguez