25/1/10

Troppo vero

Andrés Trapiello.
Troppo vero.
Pre-Textos. Valencia, 2009.

En Troppo vero, decimosexta entrega del Salón de pasos perdidos (Pre-Textos) Andrés Trapiello vuelve donde solía, a una novela en marcha que cumple ahora veinte años de existencia.

Con siete años de diferencia entre su redacción y su aparición, Troppo vero corresponde a 2002 y en sus casi ochocientas páginas el lector encontrará - ya se lo advierte el autor- lo de siempre: páginas de vida, fractales de tiempo para olvidar el tiempo en su lectura.

Esto no es, como creíamos, ni un diario ni una novela. Ni siquiera una dianovela o un novelario. Esto, señores, no es más que un vidario, el lugar en el que concurren los sueños y las vidas de las gentes, de modo que podríamos también apodar a su autor como "el soñabundo".

Este volumen tiene como eje el propósito de enmienda (He de ser bueno y sencillo) de Andrés Trapiello tras una revelación sobrenatural. Es uno de esos píos propósitos para empezar un año más: los libros, el Rastro, la vida y la literatura confundidas, la muerte de Cela, el centenario de Cernuda, las pequeñeces del mundillo literario y artístico, la pintura y la fotografía, Las Viñas y Conde de Xiquena, Ferlosio, Gaya, los amigos murcianos...

Híbridos de novela y de dietario, Trapiello reflexiona sobre los volúmenes del Salón de pasos perdidos con estas palabras:

Algunas personas, ante estos libros, dicen, primero, que son demasiados, y luego, si son piadosos, que son demasiado verdaderos, y es lo raro, porque a uno le parecen pocos y, sobre todo, pura ficción.

Un diario sin nombres, una novela sin tesis ni viajes, una obra descomunal por la que pasa la vida, contemplada y contada por un melancólico misántropo, por un narrador distante y autocompasivo que, a caballo entre la melancolía y la mordacidad, entre el sarcasmo y la piedad, entre el diario testimonial y la ficción narrativa, es el ortónimo de alguien que no es exactamente el autor. Un escritor que tiene en Cervantes, Galdós, Baroja, Juan Ramón o Gaya los referentes éticos y estéticos más reconocibles de sus Confesiones de un pánfilo, como titula el prólogo de este volumen.

Santos Domínguez