28/11/11

Un poco de azul en el paisaje


Pierre Bergounioux.
Un poco de azul en el paisaje.
Traducción de David Stacey.
Minúscula. Paisajes narrados. Barcelona, 2011.

Algo se estaba acabando cuando empezamos. La vida se retiraba, sin ruido, de la misma manera que había llenado el intermedio in móvil que había precedido. Nuestras infancias pertenecían al pasado pero no teníamos ni idea. Nuestro destino –pero lo ignorábamos- eran el exilio, la gran ciudad, las dos existencias sucesivas y opuestas que nos fueron asignadas. Gestos, palabras, actitudes que consideré como la evidencia misma han desaparecido. Combinaban con el decorado inmutable de las depresiones y las crestas. Cuando estas retornaron al terreno baldío, al desierto, los otros las siguieron al olvido.

Ese párrafo resume el tono y la raíz de Un poco de azul en el paisaje, una novedad de Pierre Bergounioux (Brive-la-Gaillarde, 1949) que acaba de editar Minúscula. De este mismo autor apareció recientemente en esta misma colección Una habitación en Holanda.

La infancia y la memoria del paisaje, la palabra delicada y la mirada sutil son algunas de las claves que recorren los textos de Un poco de azul en el paisaje, que habían aparecido previamente en revistas y que se recogieron en forma de libro hace diez años y ahora aparecen en español traducidos por David Stacey.

Ocho textos de Bergounioux construidos con una misma mirada elegiaca hacia lo perdido, infancia y paisaje:

Pasó el tiempo, el mismo, aparentemente, el fluido impalpable, inalterable que más que avanzar giraba sobre sí mismo, trayendo de regreso las horas, los personajes, la cañada y las alturas, las estaciones. Luego hubo que rendirse a la evidencia.

De ese tiempo, de esa infancia y esos paisajes visibles e invisibles forma parte esencial un bosque animado que invade el ámbito habitado hasta entonces por los hombres que han emigrado:

En su ausencia, el bosque se acerca, envía a sus batidores, junta a sus pioneros. El fresno, el saúco, el aliso vienen a tantear los cimientos, a rozar los postigos cerrados, a inclinarse sobre los tejados. En eso estamos. Mañana, todo habrá terminado.

Pero no todo es lamento de la pérdida irreparable. En estas páginas hay una reivindicación del valor de la palabra y de la literatura:

Un libro de verdad afecta en mayor o menor grado a lo que pensamos y, por lo tanto, a lo que somos. Cambia, en cierta medida, el mundo que consiste, en parte, en la idea que tenemos de él, ya lo adorne y agrande, ya consuma su ruina. Pero ese desastre, esa perdición, si los superamos, pueden ser provechosos, convertirse en riqueza y alegría.

Santos Domínguez