25/3/12

Europa al borde del abismo


Economistas aterrados.
Europa al borde del abismo.
Barataria. Barcelona, 2012.


Aunque hay quien prefiere seguir creyendo que la crisis mundial que comenzó en 2008 se debió a los derroches del último gobierno de Zapatero, todo parece indicar que, en realidad, la causa fue la acción conjunta de un grupo de banqueros, políticos y burócratas que se aprovecharon de la desregulación neoliberal de los mercados financieros internacionales para crear extraños y casi incomprensibles productos financieros con el único objetivo de acumular lucros escandalosos.

Que los países que más están sufriendo las consecuencias de esta crisis tengan hoy como ministros de economía o presidentes de gobierno a algunos de estos genios que desde sus altas poltronas de burócratas o banqueros obtuvieron ganancias pasmosas y no supieron prever la recesión que se avecinaba, va más allá de la ironía y el sarcasmo. Porque quienes crearon el problema con su avaricia y mostraron su incompetencia, hoy nos dicen que conocen la solución para el problema: austeridad. Pero, eso sí, antes recomendaron a los estados conceder ayudas cuantiosas a los bancos con deudas, que mágicamente se transformaron de privadas en públicas. Y de esta manera los estados, tras salvar a los ricos, son ya incapaces de atender a los pobres. Por eso necesitamos austeridad en forma de recortes. Si es fácil de entender.

Conforta saber que otros economistas, como los autores de este libro que acaba de publicar en España Barataria, que ya editó antes su manifiesto fundacional, proclaman no estar de acuerdo ni con el diagnóstico ni mucho menos con la terapia. Y que les sorprende que países más endeudados que Grecia y Portugal puedan financiar sus deudas a tipos de interés de auténtico saldo, mientras los antes citados, más Irlanda, Italia y España, son puestos al borde del abismo por una Unión Europea indolente, cerril y encorsetada por normas internas que impiden acudir al rescate de países en problemas. Una Europa que además, con sus propuestas de austeridad condena a nuestro continente a una recesión prolongada, y con sus recortes amenaza un modelo social que ha permitido vivir en paz a tres generaciones de europeos.

También anima la lectura del capítulo dedicado a Islandia, país cuyo gobierno preparaba el rescate de sus bancos (peligrosamente endeudados tras años volcados en la especulación financiera) con dinero público, cuando una serie de manifestaciones (en las que participó una quinta parte de los islandeses) seguidas de un referéndum, consiguieron algo tan sorprendente como obvio: obligar al gobierno a proclamar que las deudas privadas de estos bancos debían ser pagadas por sus propietarios y no por el estado.

Aunque deprimente, es también obligatoria la lectura del capítulo dedicado a nuestro país (España, doce años de ceguera) en el que se analiza en veinte magníficas páginas nuestro modelo económico, al que se califica de insostenible por estar basado en una burbuja inmobiliaria hinchada con dinero procedente del extranjero, y que sirvió para acabar con el paro a base de crear empleos de baja cualificación. Mientras gastábamos nuestro dinero (y el que nos prestaban) en comprar casas y destrozar lo que quedaba de nuestro litoral mientras la productividad del país bajaba de modo incesante, desatendíamos aspectos tan importantes como la formación y la investigación.

Hoy un panorama de casas vacías, parados sin formación y deudas impagables, ensombrece nuestro futuro. Y quienes nos gobiernan sólo nos ofrecen recortes y paro, porque aunque hasta el país más pobre y desgraciado puede recurrir a su Banco Central para que alivie sus deudas, nosotros, a causa del privilegio que supone estar bajo el control del Banco Central Europeo y protegidos por la fortaleza del euro y el virtuosismo del gobierno alemán, estamos a los pies de los mercados. Si es fácil de entender.


Jesús Tapia