11/6/12

Gracián. El arte de la prudencia

Baltasar Gracián.
El arte de la prudencia
Edición de Emilio Blanco.
Ariel Quintaesencia. Barcelona, 2012.

Más valen quintaesencias que fárragos, escribió Baltasar Gracián en una síntesis que resume la concentración conceptista.

Y a esa cita se acoge la nueva colección Ariel Quintaesencia, una espléndida serie de compendios dirigidos a un público amplio, un repertorio muy cuidado en su diseño y en la selección de sus títulos, precedidos de prólogos breves y completados con útiles índices onomásticos o temáticos, con cronologías o mapas conceptuales como el que cierra El arte de la prudencia de Gracián en la edición de Emilio Blanco.

Porque la colección Quintaesencia se inaugura –no podía ser de otra manera- con el Oráculo manual o Arte de prudencia de Gracián, una de las cimas de la prosa barroca y del pensamiento aforístico español y universal que contiene agudezas como esta, del epígrafe 205, por la que no pasa el tiempo, a la que cada lector podría poner una cara y un nombre:

Astucia de indignos: oponerse a grandes hombres para ser celebrados por indirecta, cuando no lo merecían de derecho: que no conociéramos a muchos si no hubieran hecho caso de ellos los excelentes contrarios.

O este otro, cuya fuerza está en hablar no de la envidia en abstracto, sino del envidioso sufriente y concreto con el que todos nos hemos cruzado alguna vez. Estaba, hace más de tres siglos y medio, agazapado en estas líneas del aforismo 162:

No muere de una vez el envidioso, sino tantas cuantas vive a voces de aplausos el envidiado, compitiendo la perenidad de la fama del uno con la penalidad del otro. Es inmortal este para sus glorias y aquel para sus penas.

Ese carácter contemporáneo que caracteriza a todos los clásicos lo explica así Emilio Blanco en el prólogo:

Una famosa marca de automoción italiana publicita su monovolumen estrella con una cita del Oráculo manual de Gracián; un conocido banco europeo asentado en España basa sus campañas comerciales en animar a sus clientes a desaprender, como hiciera en su momento el jesuita; políticos y periodistas citan con frecuencia –casi a diario- los aforismos de este aragonés universal, y esmaltan sus escritos y discursos con fragmentos, casi todos, del librito citado, que se vende sin cesar en ediciones, traducciones y adaptaciones modernas.

Un clásico que no ha dejado de crecer desde su primera edición en 1647, un libro in fieri que se ha ido actualizando con cada lector y con cada época, como afirma el prologuista de esta obra del intelectual discreto y profundo que fue Gracián, uno de nuestros mejores prosistas, en trescientos aforismos que resumen su sabiduría prudente y desengañada.

Santos Domínguez