14/10/13

Twins en Debolsillo




Daniel Defoe.
Robinson Crusoe.
Traducción de Julio Cortázar.

J. M. Coetzee.
Foe. 
Traducción de Alejandro García Reyes.
Debolsillo. Barcelona, 2013. 




Gustave Flaubert.
La educación sentimental.
Traducción de H. Giner de los Ríos.

Philip Roth.
Pastoral americana.
Traducción de Jordi Fibla.
Debolsillo. Barcelona, 2013. 


Cada escritor crea sus precursores -escribió Borges-. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro. En esta correlación nada importa la identidad o la pluralidad de los hombres.

Esas líneas de Kafka y sus precursores podrían servir de justificación del nuevo y brillante proyecto que acaba de poner en las librerías DeBolsillo.

La colección Twins reúne en estuches dobles textos procedentes de su fondo de las series Clásica y Contemporánea: Gustave Flaubert y Philip Roth; Daniel Defoe y J. M. Coetzee; Melville y Hemingway, Jane Austen y D. H. Lawrence.

Así lo explica la editorial:

Debolsillo abre un nuevo espacio para el diálogo y la discusión; un lugar en el que los autores conversan entre sí. Para hacer resonar sus voces, sean o no amistosas, a partir del 2013 Debolsillo los reunirá por parejas, una vez al año, en la serie Twins. Se trata, ni más ni menos, de establecer un diálogo con los lectores para leer los clásicos desde puntos de vista inesperados.

Educaciones sentimentales, naufragios y robinsones, cazas marítimas o mujeres enamoradas en un diálogo entre la tradición y la contemporaneidad. Un diálogo iluminador entre gemelos o dobles que permite una relectura de los clásicos a la luz del presente.”

Dos ejemplos especialmente llamativos: el estuche que reúne el Robinson Crusoe –en la inmejorable traducción de Cortázar- con el que Daniel Defoe hizo una aportación decisiva a la narrativa de la Ilustración y a la mentalidad práctica de la burguesía racionalista, y Foe, una espléndida novela que Coetzee publicó en 1986.

En un ensayo esclarecedor que sirvió de prólogo a una edición de Robinson Crusoe en la colección de clásicos de Oxford University Press escribía el novelista surafricano:

Como Odiseo en su singladura hacia Itaca o como el Quijote montado sobre Rocinante, Robinson Crusoe, con su loro y su sombrilla, se ha convertido en un personaje de la conciencia colectiva de Occidente que transciende el libro en el que se celebran sus aventuras.

Susan Barton, náufraga y superviviente de un motín en el barco en que regresaba desde Bahía a Inglaterra, llega en un bote a la deriva a la isla desierta en la que viven Viernes y un Robinson envejecido (Cruso) que sabe ya que un hombre es una isla y que por eso mismo no quiere salir de ella. Y así comienza una reescritura posmoderna del mito ilustrado, un hipertexto irónico en el que la lucidez de la narradora escribe párrafos como este:

Todos los naufragios son al final el mismo naufragio, todos los náufragos el mismo náufrago, abrasado por el sol, solo, vestido con las pieles de las bestias que ha cazado.

Un diseño metaliterario que deconstruye el mito de Robinson desde una posición histórica e ideológica muy distinta de la de Foe/Defoe y que cierra esta novela magistral con un final demoledor y brillante, propio de Coetzee, cuyos lectores nunca salen indemnes de su lectura absorbente:

éste no es lugar para las palabras. Cada sílaba que se articula, tan pronto como sale de los labios es apresada, se llena de agua y se desvanece. Este es un lugar en el que los cuerpos cuentan con sus propios signos. Es el hogar de Viernes.
(...)
Su boca se abre. De su interior, sin aliento, sin interrupción, brota una lenta corriente. Fluye por todo su cuerpo y se desborda sobre el mío; atraviesa la pared del camarote, los restos del barco hundido, bate los acantilados y playas de la isla, se bifurca hacia el norte y hacia el sur, hasta los últimos confines de la tierra. Fría y suave, oscura e incesante, se estrella contra mis párpados, contra la piel de mi rostro.

Otro estuche hermana La educación sentimental, una de las novelas imprescindibles de Flaubert, con Pastoral americana (1997), que para muchos de sus lectores es la mejor novela de Philip Roth, quien nunca ha ocultado su admiración por Flaubert.

Protagonizada por Seymour Levov, el Sueco, un triunfador típico del sueño americano, cuyo desmoronamiento no hace más que demostrar la falsedad de ese modelo social, Pastoral americana plantea en el fondo una peripecia vital y moral parecida a la que Flaubert atribuye a Frédéric Moreau en  La educación sentimental.

En París o en New Jersey, con la revolución del 48 o con la guerra de Vietnam al fondo, los dos protagonistas encarnan el fracaso de los sueños y la nostalgia de las ilusiones perdidas, pero representan también la historia moral de las generaciones de Flaubert y Roth.

Esa nueva mirada que proyecta Coetzee sobre Robinson Crusoe en Foe o la luz con la que Roth actualiza a Flaubert enriquecen la lectura con nuevas perspectivas y son una nueva ocasión de comprobar que lo que no es tradición es plagio, como dejó dicho Eugenio D’Ors y que no es posible un arte sin memoria, como señaló Balthus.

Santos Domínguez