30/4/15

Sombras chinescas


Agustín María García López.
Sombras chinescas.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2015.


Coronado de agua recorro el laberinto; me adentro por tus calles de zarzales ardiendo. Zozobro en las sirenas de tus mudos recuerdos; por tus altas bodegas de bolitas de anís... Y me quedo soñando. Con trenes en la noche. Con risas de otras lluvias y otros sueños. Por entre el cisco húmedo de un hato de recuerdos, de un racimo olvidado de alhucemas y besos.

Es uno de los fragmentos, en bien medida prosa, de Sombras chinescas, el libro que Agustín María García López publica en la colección Tierra de La Isla de Siltolá.

Organizado en cuatro partes, la fundamental, a la que pertenece ese texto, es la que agrupa veinticuatro espléndidos fragmentos bajo el título De un manuscrito hallado en Algeciras.

Como en el resto del libro, el mar y la tierra, el recuerdo y el sueño, el amor o el viento en los veleros son el ámbito real o emocional de las navegaciones y los naufragios que evocan a Coto Maltés en una de las secciones de una obra en la que los fragmentos de prosa poética componen un mosaico en el que el poeta traza las líneas que dibujan su autorretrato:

No vivía en la tierra. Ni en el mar. Ni en el aire. Ni tampoco en el fuego.

Pero había desangrado su corazón en la copa de un árbol, teñido de aventura la espuma, encendido la brisa con vilanos de oro.

¡Hace ya tantos años...!

Quizás fuese la tierra, y el mar; y el aire, el fuego... O nada.

Textos en los que habla el mundo con su voz de agua o de árbol o estrella y el poeta reconoce su rostro en cada ola con la sombra del tiempo al fondo:

-Ya pasó nuestra hora.
Mira a tu espalda el río
convirtiéndose en sangre.


Santos Domínguez

29/4/15

Fernando Marías. La isla del padre


Fernando Marías.
La isla del padre.
Premio Biblioteca Breve.
Seix Barral. Barcelona, 2015.

La isla del padre, la novela con la que Fernando Marías obtuvo hace pocos meses el último Premio Biblioteca Breve, tiene su génesis exacta el día 3 de junio de 2013, cuando muere Leonardo Marias. 

Aquella última palabra que no pudo pronunciar el padre en sus últimos momentos es el origen de esta novela que empieza a escribirse en el momento justo del tránsito, desde el silencio y la inmovilidad de ese trance irrepetible para "tirar junto a mi padre muerto del hilo invisible de una palabra jamás pronunciada: eso es este libro."

La isla del padre es un texto escrito a borbotones, y se leería a borbotones si no fuera porque su intensidad emocional obliga al lector a detenerse para tomar aire. Un libro imprevisto que se impone a su autor con la fuerza de esa memoria que vuela "victoriosa sobre el olvido y sobre la muerte." Una obra que convierte el trauma en literatura y la muerte en vida, una investigación emocional en el miedo mutuo, porque La isla del padre trata "del miedo mutuo que desde el primer momento nos tuvimos mi padre y yo y de cómo logramos superarlo."

Esa exploración en la niebla del pasado y en la figura del padre, que desde algún lugar del sueño le seguirá dando ánimos, tiene unos referentes que sirven de asidero a la memoria y de hilos conductores de la novela: el monte Pagasarri y un árbol que hay a la bajada, el buque Aurora o un día llamado temblores. 

Porque este es un libro en el que la memoria aluvional del tiempo es también la memoria del espacio, un mapa privado que recorren libros y películas, fotografías y paisajes familiares con los que la biografía del padre se transforma poco a poco en la autobiografía del hijo, que -como aquel personaje de Borges- acaba comprendiendo que"ese paciente laberinto de lineas traza la imagen de su cara."

Por eso, incluso cuando se intenta resumir con frialdad distante en un párrafo la vida del padre, irrumpe, con la fuerza de la emoción contenida, el yo: 

"Leonardo Marías Barreras nació en Carranza, valle de Vizcaya, el 9 de noviembre de 1919. Hijo de una familia muy humilde que se trasladó pronto a Bilbao, al comienzo de la guerra civil, a los dieciséis años, se presentó voluntario para luchar por la República. Tras la caída de Bilbao fue capturado y enrolado a la fuerza en el ejército de Franco, después de que un suceso extraordinario le salvara de ser fusilado. Acabó la guerra en Madrid, y allí se quedó unos años, hasta que regresó a Bilbao y, tras enormes esfuerzos, logró el sueño de convertirse en marino mercante, lo que le permitió realizar largos viajes por todo el mundo. Conoció a la que sería su mujer, Teresa  Amondo Gautier, alrededor de 1952. Se casaron en 1957 y tuvieron tres hijos, Fernando, Ana y Luis, y tres nietos, Irene, Elena y Jon. Leonardo Marias Barreras murió el 3 de junio de 2013, sobre las ocho de la mañana. Yo lo vi expirar."

Porque, escribe Fernando Marías, "concretar en un puñado de líneas lo que sabemos de las personas que amamos es un interesante ejercicio de escritura, pero también, y ante todo, un involuntario autorretrato. Las palabras que elijo para contar quién fue mi padre cuentan en realidad quién soy yo."

"¿Quién es ese hombre?", la pregunta que hizo un niño desorientado que no conocía a su padre a la vuelta de un viaje, regresa desde el pasado para que ese niño, ya adulto, repita la pregunta para interrogarse ahora por sí mismo.

Pero este es también un libro que atraviesan  trenes y por el que navegan  barcos. Barcos y trenes reales que acaban tomando una dimensión simbólica como metáforas de la vida -la vida navegable del padre y de la autobiografía del hijo a bordo de los trenes que recorren la línea Bilbao-Madrid, que traen a la memoria del lector dos versos inolvidables de Carlos Murciano: "somos trenes oscuros que avanzan en la noche / hacia un túnel que tiene cegada la salida."

"¿No será la memoria una novela?", se pregunta Marías mientras reconstruye o reinventa en su relato, desde la alacena de los recuerdos, esas travesías unidas por tiempos y espacios compartidos, por emociones y situaciones que acercan esos dos viajes que en algún momento estuvieron al borde del naufragio: uno real -el del padre-, otro -el del hijo- en otros mares, metafóricos pero igual de destructivos. 

Cuando leía este libro recordaba insistentemente la frase que Cela puso al frente de su Oficio de tinieblas 5: "naturalmente, esto no es una novela, sino la purga de mi corazón." Esa declaración, que podría servir para una buena parte de la literatura que se ha escrito desde el Poema de Gilgamesh hasta hoy, resume el tono y el sentido de La isla del padre, que pese a lo que pueda sugerir en un principio su título, es también una confirmación de aquella memorable frase de John Donne, que nos enseñó que ningún hombre es una isla.

"Contar es cerrar puertas", afirma Marías. Es una variante de otra idea similar: la de que quien escribe es el que apaga la luz. Es la idea de la literatura como ajuste de cuentas consigo mismo y con los demás, con la realidad y con el pasado. 

"Contar es cerrar puertas", sí.  "Excepto cuando contar es abrir", se rectifica a sí mismo para cerrar la obra, porque entonces la literatura ha cumplido su función consoladora, ha cerrado un círculo con serenidad y ha restaurado el orden a la realidad y a la memoria.

"Los recuerdos son como los libros. Solo importan los que permanecen", había escrito en la primera línea de este libro que permanecerá en el recuerdo de los lectores por su intensidad y por la calidad de página de fragmentos como este:

"Si el pasado y el presente librasen una guerra figurada, este tren de mi vida sería territorio neutral, la embajada sin bandera donde un fugitivo que huyese del Gran Reloj podría hallar refugio: quiero ver serenos jardines en esta acogedora sede diplomática, árboles con armónico piar de pájaros en las ramas mecidas por una brisa imaginaria mientras, al otro lado de los muros, aguardan ávidos y armados hasta los dientes los implacables instantes carnívoros."

Santos Domínguez

27/4/15

Brodsky. Del dolor y la razón


Joseph Brodsky.
Del dolor y la razón.
Ensayos.
Traducción del inglés de Antoni Martí García.
El Ojo del Tiempo. Siruela. Madrid, 2015.

En general, toda nueva realidad estética hace más definida la realidad ética del hombre. Pues la estética es la madre de la ética, afirmaba Joseph Brodsky en “Inusual semblante”, la conferencia del Premio Nobel que forma parte de Del dolor y la razón, el tercer y último libro de ensayos de Brodsky  –tras Menos que uno y Marca de agua-, editado por Siruela y traducido por Antoni Martí García.

Entre la reflexión ética y la meditación estética, entre la poesía y la conciencia, entre la autobiografía y la meditación sobre la creación artística se mueven los veintiún ensayos, escritos entre 1986 y 1995, que son el testamento literario y moral de un autor imprescindible que moriría en 1996.

Por eso llama mucho la atención que este libro trace un círculo que se abre con la evocación autobiográfica de la memoria personal en "Botín de guerra", el primero de los ensayos, y se cierre con un homenaje necrológico a la memoria del otro, “En memoria de Stephen Spender”.

En medio, en orden cronológico, textos de una gran variedad temática que hablan de los diversos intereses intelectuales, literarios, éticos y políticos sobre los que se proyectó la curiosidad de Brodsky, que aprovechó en ellos muchas de las posibilidades expresivas que le permitía el género del ensayo en sus diferentes subgéneros: desde la forma epistolar -en la "Carta a un presidente" y en la "Carta a Horacio"- a la conferencia – "Perfil de Clío" o "El maullido de un gato"-, pasando por homenajes literarios como el que dedica a Marco Aurelio y a nuestra relación con la antigüedad, por cursos de literatura como el que da título al volumen o por el diario de viaje en "Después de un viaje, u homenaje a las vértebras".

La relación entre el exilio y la escritura, la guerra fría, la poesía y la conciencia, la función social del escritor, la literatura como forma de certidumbre moral o la libertad como expresión de la responsabilidad personal son algunas de las líneas maestras de estos ensayos en los que Brodsky evoca su cultura originaria y el descubrimiento de la tradición occidental hasta conseguir la fusión en su obra de la poesía de Ajmátova con Robert Frost, de Auden con Mandelstam, de Tsvietáieva con Spender.

Desde la meditación sobre la soledad (La soledad es el hombre al cuadrado) o sobre la libertad (Un hombre libre, cuando fracasa, no echa las culpas a nadie), la punzante inteligencia de Brodsky, con una eficaz combinación de narratividad e ironía, de profundidad y cercanía, explora en estos ensayos el lugar de la poesía y el papel del poeta:

Quien escribe un poema no lo escribe porque pretenda alcanzar la fama en la posteridad, aunque suele albergar la esperanza de que el poema le sobreviva, al menos durante un tiempo. Quien escribe un poema escribe porque la lengua le inspira –cuando no le dicta- el siguiente verso.

Del dolor y la razón es uno de esos inagotables libros de cabecera que invitan a la lectura y a la relectura, porque están llenos de matices y sutilezas e indagan de manera constante en la vinculación entre la experiencia estética y la conciencia moral del individuo:

Cuanto más rica sea la experiencia estética de una persona, más sólido será su gusto, más agudo su enfoque moral, y más libre (aunque no necesariamente más feliz) podrá ser él.


Santos Domínguez


24/4/15

Beat Attitude

Beat Attitude. 
Antología de mujeres poetas de la generación beat. 
Traducción, selección y prólogo 
de Annalisa Marí Pegrum.
Bartleby Editores. Madrid, 2015.

“Las definiciones más estrictas de la generación beat hablan de tres escritores: Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs. Otros críticos incluyen a Herbert Huncke y a Neal Cassady; algunos otros incluyen a Lawrence Ferlinghetti, Gary Snyder o Gregory Corso. Pero incluso estas visiones más amplias de la generación beat ignoran a decenas de escritores y artistas que también pertenecieron a ella y que generalmente han recibido poca atención.”

Pero además hubo mujeres. Esa es la tesis que sostiene insistentemente Annalisa Marí Pegrum en el prólogo que ha escrito para Beat Attitude, su Antología de mujeres poetas de la generación beat que publica Bartleby Editores en una edición bilingüe cuyo propósito fundamental es recuperar la voz de unas cuantas mujeres que el canon poético y crítico de la beat generation dejó ocultas o muy difuminadas, porque, como explicó Gregory Corso, “hubo mujeres, estaban allí, yo las conocí, sus familias las encerraron en manicomios, se les sometía a tratamiento por electrochoque. En los años 50 si eras hombre podías ser un rebelde, pero si eras mujer tu familia te encerraba. Hubo casos, yo las conocí. Algún día alguien escribirá sobre ellas.”

Denise Levertov, Lenore Kandel, Elise Cowen, Diane di Prima, Hettie Jones, Joanne Kyger, Ruth Weiss, Janine Pommy Vega, Mary Norbert Körte y Anne Waldman, diez mujeres que son un descubrimiento para los lectores españoles, a los que no es fácil que le suenen ninguno de esos nombres que se reivindican en esta antología, que recoge una muestra de aquella poesía beat escrita por mujeres unidas no sólo porque su eje temporal son las dos décadas que transcurren entre mediados de los cincuenta y mediados de los setenta, sino también por el inconformismo alternativo en todos los terrenos: desde la moral sexual a la política pasando por la literatura.

Solas en la carretera y con el lenguaje en sus manos, porque, como escribe Denise Levertov en uno de los mejores poemas de esta antología, ´En Septiembre de 1961', este es el año en que los mayores, / los legendarios mayores / nos dejan solos en la carretera /.../ nos han dicho / que la carretera conduce al mar / y han dejado / el lenguaje en nuestras manos.

Y aunque ya se sabe que, a diferencia de los nombres comunes o propios, la literatura no tiene género, sí tiene sexo. A veces tan explícito como el de este texto de Elise Cowen (Nueva York, 1933-1962), que –se nos explica en nota introductoria- “fue, durante un breve periodo de tiempo, la amante de Allen Ginsberg”:

Quise un coño de placer dorado
más puro que la heroína
Para honrarte
Un corazón tan grande
que puedas quitarte los zapatos y estirarte
La Anatomía del Amor
Oh si yo fuera un
coño de placer dorado más puro
que la heroína o el cielo
Para honrarte
Cama doble corazón como
una pradera en Yosemite
Para asimilar tu soltura
La imaginación tan clara y activa como
una marisma al sol
Para ser interesante durante la cena
El alma como tu rostro antes
de nacer
Para alabarte
pechos, cabello, dedos
mi cuerpo hecho ciudad
en tus brazos la noche entera

O este otro de Lenore Kandel (Nueva York, 1932-San Francisco, 2009), de quien Jack Kerouac hizo este elogio: “es inteligente, ha leído mucho, escribe poesía, es estudiante del Zen, lo sabe todo...”, y cuyo primer libro, The Love Book (1966), fue acusado de obscenidad y retirado de las librerías por estrofas como estas:

I love you / your cock in my hands
stirs like a bird
in my fingers
as you swell and grow hard in my hand
forcing my fingers open
with your rigid strength
you are beautiful / you are beautiful
you are a hundred times beautiful
I stroke you with my loving hands
pink-nailed long fingers
I caress you
I adore you
my finger-tips… my palms…
your cock rises and throbs in my hands
a revelation / as Aphrodite knew it
there was a time when gods were purer
/I can recall nights among the honeysuckle
our juices sweeter than honey
/we were the temple and the god entire /
I am naked against you
and I put my mouth on you slowly
I have longing to kiss you

O por poemas como este:

¡Alabado sea el joven Eros que folla con todas las chicas!
Sólo los dioses aman con tanta generosidad
compartiendo su beatitud con todos
¡Alabado sea Eros! Aquel que ama tan sólo la belleza
y la encuentra por doquier
Eros os he conocido a ti y a tus diosas pasajeras
envueltos en un halo de amor lujuria tan real como una flor
que florece un sólo día y luego se pierde con el viento
He visto cómo tus ojos centelleaban de placer
al alabar la belleza de la dulce Psique con tu lengua enamorada
y brillar luego de nuevo con la misma profunda dicha
mientras otras mujeres yacían entre tus manos
¡Alabado sea Eros! Aquel que es incapaz de acumular amor
y lo ofrece como agua a través de un tamiz dorado
compartiendo su propia gracia lasciva
con todos aquellos que le permitieron la entrada
infieles como flores, veleidosos como la mariposa llevada por el viento
¡Alabado sea Eros, hijo de los dioses!
Aquel que ama tan sólo la belleza y la encuentra
por doquier

“He intentado seleccionar –explica la responsable de la edición- poemas que añadieran un punto de vista femenino sobre el momento que estaban viviendo. Siempre me ha llamado la atención que la literatura de la generación beat pareciera limitarse a una escritura masculina con un punto de vista masculino cuya descripción de las mujeres rozaba a veces la misoginia. ¿Dónde estaban las mujeres? ¿Había mujeres? Y, si es así, ¿escribían? Esta ha sido la pregunta que me ha guiado al empaparme de la vida y obra de las poetas que conforman este libro.”

Y es que “hubo mujeres. Aunque a veces no lograran salir del segundo plano del encuadre, sí hubo mujeres.”

Solas en la carretera. Dueñas de su destino y de su poesía.

Santos Domínguez


22/4/15

Nuria Barrios. Ocho centímetros


Nuria Barrios.
Ocho centímetros.
Páginas de Espuma. Madrid, 2015.

¿Qué eran ocho centímetros? Apenas nada. La longitud de un cigarrillo, de una barra de labios, del dedo corazón...

Ocho centímetros es la distancia -a veces frágil, a veces imposible de salvar- que separa la felicidad del dolor. Lo asegura el Tío Caracoles, pastor de una iglesia evangélica de la Cañada Real de Orcasitas a propósito de la pierna de una niña en el primer cuento -Ocho centímetros-, que da título al volumen de relatos que publica Nuria Barrios en Páginas de Espuma.

Las once historias, narradas con la voz del dolor, forman un conjunto que no es una mera sucesión de relatos, porque establecen conexiones transversales entre ellas a través de personajes que pasan de unos a otros y funcionan como hilos conductores que cohesionan el conjunto.

Variados en perspectivas y en voces narrativas, los once relatos del libro se mueven en ese límite estrecho, en esa distancia insalvable de ocho centímetros que marcan la línea de sombra que separa la plenitud y el desgarro. De los hospitales en los que los enfermos yacían en su cama con la vista perdida, igual que esas ballenas que quedan varadas en la playa, tumbadas de lado, con un ojo azul y perplejo abierto al cielo a los suburbios en medio de la nada, hay también una serie de ambientes y de temas que comunican unos cuentos con otros.  

Entre la pasión amorosa y la crueldad, entre la enfermedad y el abandono, entre la droga y las problemáticas relaciones de pareja, entre la intensidad y la huida, unos relatos remiten a otros y establecen una red de relaciones convergentes a través de varias miradas femeninas cruzadas sobre las vidas al limite que recorren estos textos.

Y en medio de ese espacio de cenizas y oscuridades asoma siempre la inconsistencia de la vida, la fragilidad de unos personajes vivos, contradictorios y complejos construidos con la prosa eficaz y ajustada de Nuria Barrios, que confirma con este libro su acreditada solvencia como narradora.

Santos Domínguez

21/4/15

Kafka. La metamorfosis


Franz Kafka.
La metamorfosis.
Traducción de Isabel Hernández.
Ilustraciones de Antonio Santos.
Prólogo de Juan José Millás.
Nórdica. Madrid, 2015.

Este año se cumple el centenario de la aparición de La metamorfosis de Kafka, una de esas pocas obras que pueden resumir el siglo XX. Para conmemorarlo, Nórdica publica una cuidada edición de ese relato imprescindible, con una nueva traducción, que firma Isabel Hernández, con ilustraciones de Antonio Santos en un volumen que se abre con un prólogo de Juan José Millás.

Kafka había escrito La metamorfosis en un momento en el que una intensa crisis personal acabó desencadenando, en el otoño de 1912, la escritura de textos tan esenciales en su obra como La condena, que escribió de un tirón durante la tarde y la noche del 22 al 23 de septiembre, o La metamorfosis, cuya escritura se prolongó del 17 de noviembre al 7 de diciembre de ese mismo año, con un parón por medio que Kafka lamentó luego, porque notaba que, tras esa interrupción, al retomar la escritura, la tercera parte se resentía de una suerte de recalentamiento que perjudicaba al funcionamiento narrativo del conjunto. 

Junto con El fogonero y La condena, Kafka proyectó una edición de La metamorfosis como parte de una trilogía que se iba a titular Los hijos, pues la relación problemática con el padre es el hilo conductor de los tres relatos. Frustrado ese proyecto inicial, La metamorfosis se publicó como libro exento en 1915 y se convirtió desde entonces en la obra fundamental de las que Kafka publicó en vida. 

Sabemos mucho de su historia textual, incluso de su proceso de construcción, sobre el que encontramos constantes referencias en los diarios y las cartas de Kafka a Felice. Pero sigue siendo una obra tan inaccesible como el castillo al que intentaría llegar el agrimensor K. muchos años después. 

Opaca y escrita para que la leamos como si estuviéramos despiertos en medio de un sueño, narrada con una llamativa frialdad por un narrador imperturbable, es precisamente en esa distancia y en el "ligero fastidio" que provoca la situación en el propio Samsa en donde se encuentra uno de los rasgos más peculiares de La metamorfosis y de la manera kafkiana de narrar, con un punto de vista en el que el narrador se funde con el protagonista a través de la sutileza del estilo indirecto libre. 

Lo explicó Nabokov en su irregular Curso de literatura europea: en La metamorfosis tienen una evidente importancia simbólica las puertas. La primera, la que tiene que cruzar el lector al entrar en el relato, es la más importante, porque plantea una elección definitiva: si en esa puerta abierta el lector incipiente no ve más que una invitación al absurdo, no la traspasará; si por el contrario la atraviesa habrá aceptado el juego e ingresará en un nuevo dominio, en una lógica peculiar y en un espacio narrativo en el que no encontrará nunca pistas ni claves sobre las infinitas posibilidades que se abren en la interpretación de los hechos. 

Porque, como escribe Juan José Millas en el prólogo, "tratándose de una novela fantástica, La metamorfosis es al mismo tiempo sorprendentemente realista." Y por eso el lector "tiene que reconocer que lo que le sucede a Gregorio Samsa es bastante normal, aunque no seamos capaces de explicarlo." 

Como siempre en Kafka al fondo está el padre, la búsqueda y el problema de la identidad, el desconcierto y el desamparo, la construcción frustrada de un objetivo vital. "Lo que escribía trataba de ti", afirmaba Kafka en la Carta al padre, el que aparentemente es su texto más directamente confesional. Como en esas páginas, en el resto de su obra, y singularmente en La metamorfosis, una línea borrosa separa lo ficticio de lo autobiográfico, de la misma manera que en sus diarios alternan los apuntes de carácter muy personal con anotaciones de sueños y los sucesos triviales conviven con esbozos de relatos.

“No es una confesión -explicaba Kafka sobre esta obra-, aunque en cierto modo sea una indiscreción /.../ hablar de las chinches de la propia familia.” Y precisamente sobre eso, sobre "lo mucho que el autor puso en él de su propia persona" trata el epílogo con el que cierra el volumen la traductora.

Las espléndidas ilustraciones de Antonio Santos, en una línea gráfica muy similar a las de su reciente Kafka con sombrero en esta misma editorial, dan un importante valor añadido a esta edición de una obra que es sin duda la más importante de todas las que Kafka publicó en vida.

Y en gran medida, tras la publicación de los póstumos, La metamorfosis sigue siendo la más representativa de un autor que aquí está en estado puro, en medio de un mundo opaco y dueño de un lenguaje denso y frío y una literatura mágica y distante.

Un texto que está escrito, como dijo Walter Benjamin a propósito de uno de esos póstumos, El proceso, “en el lugar nuboso de las parábolas. De allí surge la escritura de Kafka.”

Santos Domínguez

20/4/15

Microlitos de Paul Celan


Paul Celan.
Microlitos. 
Aforismos y textos en prosa.
Edición de Barbara Wiedemann y Bertrand Badiou.
Traducción de José Luis Reina Palazón.
 Trotta Editorial. Madrid, 2015.

Microlitos son, piedrecitas, apenas visibles, diminutas chispas en la densa toba de tu existencia -¿y ahora intentas tú, pobre en palabras y tal vez ya condenado irrevocablemente al silencio, reunirlas en cristales?

Ese fragmento explica el título del volumen en el que la editorial Trotta reúne los aforismos y los textos en prosa de Paul Celan con edición de Barbara Wiedemann y Bertrand Badiou y traducción de José Luis Reina Palazón.

Organizado en tres secciones -Aforismos, Prosa de ficción y Prosa teórica-, Microlitos reúne junto con los fragmentos aforísticos los textos narrativos, diálogos y esbozos para obras dramáticas y numerosos fragmentos críticos como el proyecto de conferencia “De la oscuridad de lo poético”, además de la  prosa dispersa y las entrevistas, alguna tan importante como la que aborda la poesía de Mandelstam.

Con un amplio estudio crítico y con iluminadores comentarios de los editores, las páginas de este volumen abundan en relámpagos como estos: Aprende del otoño cómo se espantan pájaros, Espera paciente en la orilla. El ahogado te salvará, Los poemas son travesías o Quien verdaderamente aprende a ver, se acerca a lo invisible.

Conviven aquí la constate reflexión sobre el lenguaje y la literatura, sobre el lugar y el tiempo del poema -la verdadera poesía es antibiográfica. La patria del poeta es su poema-, sobre la vida literaria – Contemporáneos. En la calle: los gamberros. En la literatura: los gamberros y medio- o sobre el holocausto -El que mistifica después de Auschwitz es un asesino más- y el desarraigo: Alemán: una lengua que no olvido. Una lengua que me olvida.

Y hay ejemplos de la brillante prosa de ficción de Celan: 

Ante ti, abierto, el libro. Las miradas, buceadoras, acompañadas de pensamientos, en la gran profundidad, nadando alrededor, mustio retorno. Luz de lámpara, deshojándose, la mano, tanteando en la ceniza. La hora sin nombre. La mesa dispuesta para la partida, el ojo, estúpido, algo que fue una vez vivo entre lo que no tiene vida.

O apuntes de diálogos como este: ¿Qué es la soledad del poeta? Un sueño profundo en un bosque de hayas podridas.

En conjunto se trata de una reflexión intensa sobre la poesía que culminan las notas para un proyecto de conferencia sobre la oscuridad congénita de lo poético, sobre lo oscuro como constituyente esencial del poema: El poema es, como poema, oscuro, es oscuro porque es el poema. 

Un volumen imprescindible para completar la imagen de un escritor consciente como pocos de su lugar en el mundo, alguien que en uno de estos apuntes se ve así: Paul Celan: persona gratinada.

Santos Domínguez

17/4/15

Caballero Bonald en Letras Hispánicas


José Manuel Caballero Bonald.
Descrédito del héroe. 
Manual de infractores.
Edición de Julio Neira.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2015

Una poética de la transgresión titula Julio Neira el estudio introductorio que abre su edición de Descrédito del héroe y Manual de infractores, dos libros fundamentales de José Manuel Caballero Bonald, en la colección Letras Hispánicas de Cátedra.

Llevaba casi quince años sin publicar poesía Caballero Bonald cuando apareció en 1977 Descrédito del héroe, un libro nocturno, como la excelente novela Ágata ojo de gato, escrita a la vez que los poemas de este libro oscuro y visionario en el que la memoria se convierte en  indagación más que en evocación, en conocimiento más que en recuerdo.

Este es un libro fundacional en el que están ya presentes, como en una obertura, temas, formas y actitudes que a partir de ese momento serán centrales en la poesía de Caballero Bonald, especialmente en los dos libros siguientes, Laberinto de Fortuna y Diario de Argónida.

Con el ejemplo de Juan Ramón Jiménez y de Cernuda, conviven en Descrédito del héroe el verso y la prosa, la memoria y la palabra, el sarcasmo y el culturalismo en una poesía alucinatoria, exigente en sus planteamientos estéticos y rigurosa en sus exigencias éticas.

Poesía como crítica moral, como búsqueda y revelación de lo que desconoce el poeta, memorial nocturno de gran densidad de contenido, de tensión verbal sostenida y enorme fuerza sonora, con Descrédito del héroe Caballero Bonald entra en su plenitud poética, en una poesía indagadora y depurativa en la que la palabra asume una función alucinatoria que tiene en este libro la intensidad del fulgor y una carga eléctrica de alto voltaje.

Como suele ocurrir en sus libros, el poema inicial, Hilo de Ariadna, da muchas pistas sobre el tono y los temas del conjunto, sobre las claves y falsificaciones de la memoria. Termina así:

Si pudiera 
reconstruir un solo 
rincón de aquella playa
sin salida posible, si pudiera 
volver al sitio aquel, reconocer
la cerrazón de la cabaña, andar
a tientas hasta el último 
recodo del silencio, ¿oiría
algo distinto a la fricción 
de unas piernas con otras, al barrunto 
de alguien aproximándose
en lo oscuro? ¿Vería
aún desde allí, ya en el terrado 
de Sanlúcar, asiéndome 
al parteluz de la ventana, el bulto
azul de los faluchos y, más cerca, 
la agitación de las fogatas
que encendían los sigilosos areneros? 

Imágenes sin ojos pasan
con más tenacidad que el giro 
extenuante del recuerdo. Hortensia, 
hija de Minos, no 
es tarde todavía, ven, veloces
son las noches que hemos vivido ya:
aún estamos a tiempo 
de no querer salir del laberinto.

Irracionalistas y a menudo herméticos, coexisten en estos poemas la exuberancia sonora, la ironía y un lenguaje que es instrumento de introspección y de profundización en el conocimiento de las zonas oscuras del poeta.

Poesía interrogativa cuya modernidad heterodoxa se elabora sobre el rico sustrato artificioso de Lucano, Mena o Góngora, hay en Descrédito del héroe un tono de fábula mitológica, como en Ágata ojo de gato, una tendencia constante asustituir de la realidad por el mito, a fundir lo mitológico y lo lírico, lo narrativo y lo emocional, como en este Argónida, 13 de agosto, una indagación autorreflexiva en la realidad, en la memoria y en la biografía que lo convierten en uno de los textos emblemáticos del libro:

Luciente espejismo que vi 
en los idus de agosto por la linde
crepuscular de la marisma, cerca
del arenal de Argónida,
mientras las monocordes 
dependencias del sueño disputaban
su parte de ficción al predominio
de la brumosa realidad,
¿cómo podría yo olvidarme 
no de lo incierto de esa historia
por nadie atestiguada, 
sino de la razón que me ha asistido 
desde entonces, habitante
de otro espejismo donde sólo
sigue siendo verdad lo que aún no conozco?

Casi treinta años después, tras haber publicado Diario de Argónida y la reunión de su poesía completa en Somos el tiempo que nos queda, Caballero Bonald publica en 2005 Manual de infractores, un libro que se abre con este texto:

De todo lo que amé en días inconstantes 
ya sólo van quedando
rastros, 
              marañas, 
                            conjeturas,
pistas dudosas, vagas informaciones: 
por ejemplo, la lluvia en la lucerna
de un cuarto triste de París, 
la sombra rosa de los flamboyanes 
engalanando a franjas las casa familiar de Camagüey, 
aquellos taciturnos rastros de Babilonia 
junto a los barrizales suntuosos del Éufrates,
un arcaico crepúsculo en las Islas Galápagos, 
los prolijos fantasmas 
de un memorable lupanar de Cádiz, 
una mañana sin errores 
ante la tumba de Ibn’Arabi en un suburbio de Damasco, 
el cuerpo de Manuela tendido entre los juncos de Doñana, 
aquel café de Bogotá
donde iba a menudo con amigos que han muerto,
la gimiente tirantez del velamen
en la bordada previa a aquel primer naufragio... 

Cosas así de simples y soberbias.

Pero de todo eso 
                            ¿qué me importa
evocar, preservar después de tan volubles
comparecencias del olvido? 

Nada sino una sombra 
cruzándose en la noche con mi sombra.

Ese memorable poema de madurez, Summa vitae, resume el mundo poético de Caballero Bonald, su actitud ante la realidad y su tonalidad expresiva. Un texto tan representativo del conjunto de su obra que fue el elegido para la amplia antología que preparó Jenaro Talens en la colección de poesía de Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.

En su introducción alude Julio Neira a las “tres dimensiones: una biográfica, otra artística y otra social que conforman una poética personalísima vinculada a las preocupaciones estéticas de su tiempo pero inmune al gregarismo de las modas.” 

Una poética que tiene como centro el lenguaje, porque en ese triángulo formado por la memoria de la experiencia, la elaboración lingüística y la desobediencia o la denuncia, el lenguaje es el instrumento para la reelaboración del recuerdo y un campo de insumisión verbal y estética. 

Es el lenguaje como instrumento de introspección y de profundización en el conocimiento de las zonas oscuras de la existencia, de la identidad y la memoria, entre la reflexión, la visión y la melancolía. Caballero Bonald ha ido construyendo así una obra en la que la coherencia de sus dispositivos lingüísticos es solidaria de la resistencia civil y ética. Una literatura que es una forma de insumisión y de iluminación de la realidad.

La indignación y la disidencia fueron el motor creativo de un Manual de infractores que revitalizó la voz poética de Caballero Bonald tras el silencio posterior a Diario de Argónida:  Yo, que dejé que me vencieran/ con tal de no pecar de victorioso,/ no sé dónde termina este litigio/ entre la historia y sus culpables.

Y desde esa actitud, los textos de este libro son una llamada a la desobediencia y a la insumisión. Bienaventurados los insumisos se titula este texto:

Ni la justicia con sus manos ciegas,
ni la bondad de ojos efímeros,
ni la obediencia entre algodones sucios,
ni el rencor que atenúa
la desesperación de los cautivos,
ni las armas que arrecian por doquier,
podrán ya mitigar esas lerdas proclamas
con que pretenden seducirnos
aquellos que blasonan de honorables.

Quienquiera que merezca el rango de insumiso
descree de esa historia y esas leyes.
El poder de los otros
nada sino desdén suscita en él.
He aprendido a vivir al borde de la vida.


Santos Domínguez

15/4/15

Bartleby y compañía


Enrique Vila-Matas.
Bartleby y compañía.
La pregunta de Florencia.
Seix Barral. Barcelona, 2015.


Bartleby y compañía, contrariamente a lo que se cree, no habla exactamente de escritores que dejan de escribir, sino de personas que viven y un día mueren, de gente que lee y de gente que un día deja de leer y de gente que muere sin haber leído nada y de gente que ama y deja de amar o ama sin ser amada, de oleadas y oleadas incesantes de seres inútiles y malolientes que vienen desde el fondo de los tiempos a hundirse, a hundirse aquí, que es a lo que venimos a este mundo, donde el instinto silencioso, el instinto de muerte, no necesita ni compañía, de tanta que tiene.

Así termina La pregunta de Florencia, el epílogo con el que Enrique Vila-Matas remata la edición conmemorativa en Seix Barral de los quince años de Bartleby y compañía, un libro emblemático en la trayectoria de su autor y en el panorama general de la narrativa española de los últimos años.

Inclasificable en su fusión de narrativa y ensayo, Bartleby y compañía puede leerse como una novela, como un rosario de cuentos, como un ensayo o como un cuaderno de notas a pie de página que comentarán un texto invisible, tal como se señala al comienzo del texto, que comienza como un diario que va a ser al mismo tiempo un cuaderno de notas a pie de página que comentarán un texto invisible y que espero que demuestren mi solvencia como rastreador de bartlebys.

Un diario que comienza el 8 de julio de 1999 un oficinista solitario, jorobado y feliz que rastreará el síndrome de Bartleby, el personaje de Melville que nunca bebe cerveza, ni té, ni café como los demás; que jamás ha ido a ninguna parte, pues vive en la oficina, incluso pasa en ella los domingos; que nunca ha dicho quién es, ni de dónde viene, ni si tiene parientes en este mundo; que, cuando se le pregunta dónde nació o se le encarga un trabajo o se le pide que cuente algo sobre él, responde siempre diciendo:
  —Preferiría no hacerlo.

Quince años antes, Vila-Matas había hecho una primera incursión en un terreno parecido, el de la metaliteratura, en Historia abreviada de la literatura portátil. Pero Bartleby y compañía daba un paso más y no sólo desdibujaba los límites genéricos, sino las fronteras borrosas que delimitan lo real y lo imaginario, la vida y la literatura, las personas y los personajes.

Con Kafka y Walser al fondo, Bartleby y compañía es un inventario de negaciones, y renuncias, un paseo por el laberinto del No de la mano de Rimbaud, de Tolstoi o de Rulfo, una mirada desde dentro a algunas claves de la literatura contemporánea: lo fragmentario y el absurdo, el sueño y las iluminaciones, el fracaso y la extravagancia, la escritura y el silencio como expresión de la conciencia moderna de que toda literatura es la negación de sí misma.


Santos Domínguez

14/4/15

Ángel Olgoso. Breviario negro


Ángel Olgoso.
Breviario negro.
Prólogo de José María Merino.
Menoscuarto Ediciones. Palencia, 2015.


Luz oscura titula José María Merino el prólogo que ha escrito para Breviario negro, la colección de cuentos breves que Ángel Olgoso acaba de publicar Menoscuarto.

En ese prólogo, Merino alude al “desconcierto ontológico convertido en magníficos relatos” como rasgo característico de esta serie en la que conviven con los cuentos una serie de estampas, más inclinadas a la inmovilidad poética que a la tensión narrativa.

Cuarenta y un relatos breves, salvo algunos como La Rosa Azul y Últimas voluntades, más extensos y con otro ritmo, en los que la sostenida intensidad verbal y la sorpresa de las revelaciones son el material -a la vez sólido y etéreo- de unos relatos en los que lo maravilloso es la raíz y también el resultado de la iluminación de un milímetro cuadrado de realidad a una nueva luz o a una nueva sombra.

Entre guiños y homenajes a los maestros del relato fantástico -de Poe a Borges, de Kafka a Cunqueiro-, el horror y el sueño, la muerte y el tiempo, lo monstruoso y lo mágico se imponen al lector con la prosa cuidada e intensa de uno de los mejores narradores españoles actuales.

Porque “a fuerza de soñar un monstruo, el monstruo nace”, la sorpresa kafkiana irrumpe en La técnica de soñar monstruos; o se impone la mirada del otro lado en La muerte desordena, narrado desde “un lugar sin polvo en el que nada sucede.”

Variados en tonos y registros, en épocas y espacios, en perspectivas y personas narrativas, aunque los textos frecuentan la primera persona y la fuerza persuasiva de su cercanía, el lector de estos cuentos no olvidará fácilmente al peregrino que llevaba doscientos años intentando llegar a Santiago ni la gota de baba de Caín, ni al hombre que perdió todos los trenes, ni la carta al hijo del padre de Kafka, ni las masticaciones de los muertos, ni la cinta de Moebius que evoca el imposible encuentro entre el asesino y su víctima en una doble escalera de caracol.

Son algunas de la presencias que habitan las páginas de un libro portentoso escrito desde el Palacio de las Imaginaciones, ese “lugar inexistente donde todo el mundo ha estado alguna vez” y que mantiene sus puertas abiertas para que el lector entre en sus estancias, “preparadas para gozar de los sueños más fascinadores y delirantes.”

Como en el resto de su obra, en estos relatos Ángel Olgoso realiza una incursión en lo fantástico, una exploración iluminadora de otros mundos ocultos tras la apariencia y la rutina, en una trayectoria que sigue la inagotable vía abierta por Poe, Kafka o Cortázar, lo que José Mª Merino propuso como fin y método de la literatura: hacer una crónica de la extrañeza.

Porque Ángel Olgoso es un maestro en la difícil tarea de equilibrar fondo y forma, de fundir tensión narrativa y altura estilística, imaginación y experiencia, vida y literatura; un autor dotado de una inusual capacidad para contar esas historias de frontera entre la realidad y el sueño con densidad y exigencia verbal sin caer nunca en los peligros de la prosa poética, porque aquí la prosa se pone al servicio de la construcción narrativa y es una invitación a pasar al otro lado del espejo, a entrar en un espacio de asombro y misterio donde lo fantástico va más allá del mero descubrimiento y se convierte en un método de acceso a otra dimensión de la realidad.

Santos Domínguez

13/4/15

Palabras de doble filo


Álex Grijelmo.
Palabras de doble filo.
Espasa. Barcelona, 2015.

Avisos y antídotos contra engaños y otras calamidades es el subtítulo que Álex Grijelmo ha elegido para la recopilación de sus columnas en El País, agrupadas en el volumen Palabras de doble filo, que publica Espasa con prólogo de Carlos Yárnoz.

Se trata de una recopilación de los artículos que desde el verano de 2013 ha ido publicando Grijelmo en la serie semanal La punta de la lengua. Artículos herederos de los que Lázaro Carreter escribía en la sección El dardo en la palabra y en los que el periodista reflexiona sobre las relaciones cambiantes entre las palabras y la realidad que representan o manipulan interesadamente.

Porque la lengua no sólo es un organismo vivo sometido a cambios evolutivos, sino que está expuesta a ataques exteriores, a trampas y eufemismos de significante y de significado que cambian las palabras o disimulan la realidad.

Sin ánimo de ridiculizar, sino de enseñar, como señala Carlos Yárnoz en su prólogo, Álex Grijelmo practica una crítica sin hiel en la que el humor sustituye el gesto ceñudo del censor del idioma.

Y así se abordan cuestiones como los anacronismos verbales en las teleseries; la desorientación de los comentaristas deportivos que dicen “somos terceras” o “estamos clasificadas”, porque confunden género y sexo; las palabras con prejuicios o los anglicismos depredadores como “evento” o “friki”; palabras como “pifostio” o “bocachancla” que siguen en busca del diccionario; la palabrería ampulosa y perifrástica; un elogio de la coma y un vituperio de la expresión “gente anónima”; sinécdoques interesadas o deliberadamente ambiguas; la seguridad insegura o la evidencia de un cadáver muerto; el prestigio de las palabras o el escrache de ida y vuelta.

Muchos de esos ejemplos están tomados del medio periodístico, pero de este tipo de errores no es ajena ni la Virgen, que cuando se manifestó en El Escorial parece que aludió a las virtudes sanadoras de “este agua”. 

Son algunas de las manifestaciones del bosque de las palabras, hermoso, lleno de amenas sombras y también de trampas y peligros ante los que conviene estar alertas. Porque en este libro no sólo se habla del poder de las palabras, sino de algo mucho más peligroso: de las palabras del poder y de su peligroso doble filo.

Santos Domínguez

10/4/15

Poemas escogidos de William Wordsworth


William Wordsworth.
Poemas escogidos.
Selección y traducción de José Manuel Mora Fandos.
La Isla de Siltolá. Colección Arrecifes.
Sevilla, 2015.

En el Prefacio a la primera edición en 1800 de las Baladas líricas William Wordsworth (1770-1850) dejó fijada una de las definiciones más perdurables de la poesía – La emoción recordada en tranquilidad- y junto con Coleridge, el otro poeta de los lagos, fundó el movimiento romántico inglés con la publicación de ese libro escrito entre los dos.

A ese volumen pertenecía Tintern Abbey, un poema –casi panteísta, casi incestuoso- que Worsdworth fechó el 13 de julio de 1798 tras un segundo viaje a ese lugar emblemático del sur de Gales.

Decidió añadir ese texto para cerrar la edición que se estaba preparando de las Baladas líricas, que aparecerían ese mismo año y que contenían veinte poemas suyos y cuatro de Coleridge.

Desde entonces, junto con El Preludio, La abadía de Tintern -Versos escritos a unas pocas millas más arriba de la abadía de Tintern- se ha consolidado como la mejor composición de Worsdworth y como uno de los poemas canónicos de la poesía inglesa.

Ese es uno de los poemas seleccionados por José Manuel Mora Fandos en la antología bilingüe que publica La Isla de Siltolá en su colección Arrecifes. A ese poema pertenecen estos versos:

                                               …a la naturaleza
aprendí a contemplar, no ya como en la hora
de irreflexiva juventud, sino escuchando atento
la música apacible y triste de lo humano, 
ni tosca ni estridente.

Esta selección es una muestra que contiene las claves líricas y temáticas de la poesía romántica: las ruinas medievales, la conciencia del tiempo, el sentimiento de la naturaleza, el sueño y el ensueño, el impulso visionario y la crisis del racionalismo, la proyección de los estados de ánimo en el paisaje, un paisaje mental que refleja la relación problemática del poeta con el mundo, la soledad o la distancia entre la naturaleza y la conciencia.

Enfocados con una actitud profundamente subjetiva, todos esos temas vertebran una poesía que apenas trata de nada más que de una mirada transcendida sobre la naturaleza. Una poesía en la que se funden el paisaje y la autobiografía en la exploración de la memoria, la imaginación coexiste con la experiencia, la reflexión se une a la sensorialidad y el sentimiento se convierte en motor del pensamiento.

La de Wordsworth es una naturaleza telúrica en la que el poeta busca la emoción y las revelaciones, el descubrimiento de su yo más profundo:
                                    
                             … Y así he percibido
la inquietante presencia, con su gozo
de altos pensamientos; un sublime sentido
de algo aún más profundo entreverado,
que habita en la luz del sol poniente,
y en los vastos océanos y en la vibrante brisa
y en los cielos azules y hasta en la mente humana.
Movimiento y espíritu que impele
a toda realidad pensante, a todo objeto del pensar,
y cruza el corazón de todo.

Una poesía de la que esta antología da una versión que -explica el traductor- aspira “a presentar poemas en castellano. Wordsworth dio una importancia cardinal a un ritmo y una métrica homogéneos y reconocibles dentro de la tradición poética inglesa. En este ámbito no quiso desbordar el cauce, sino adoptar a grandes rasgos lo que recibió, y operar allí el cometido renovador estético que se había autoimpuesto. He querido ser fiel a esta intención realmente estructural, de modo que también en la traducción hubiese una percepción rítmico-métrica … española, obviamente.”

Ese es el criterio de esta cuidada antología de Poemas escogidos en la que el propósito es “mostrar una sucinta selección que refleje el arco literario-vital que va desde el revolucionario Lyrical Ballads, con sus poemas de tema familiar y popular, hasta el meditativo The Prelude, con sus amplios pasajes descriptivo-reflexivos, propios de una gran autobiografía lírica; pasando por sonetos de diversos temas, y sus dos famosos poemas largos de asunto filosófico: ‘La Abadía de Tintern’ y la ‘Oda. Barruntos de inmortalidad’.
  
                                        ... yo al fin quieto miraba
volverse todo calmo, como un sueño sin sueños.

Santos Domínguez


8/4/15

Quince poetas franceses contemporáneos


Jeanne Marie (ed.)
Quince poetas franceses contemporáneos.
Edición bilingüe.
Libros del Aire. Madrid, 2014.


PORQUE dudaron entre la rosa y la sombra 
porque cargaron sus fusiles de lluvia 
murieron en el olvido.

Sólo mueren los crédulos 
que abrigan bajo sus techos nubes extrañas 
escriben su cara sobre el vaho de las ciudades 
abrazan un cañón, siguen a un granadero.

Sólo mueren los ingenuos que sangran con la amapola.

Mueren cada noche
cuando se alinean las horas
que se vuelven cuchillo entre los labios de los relojes
cuando la luz en su boca se calla.


Ese poema, de Vénus Khoury-Ghata, libanesa afincada en París desde 1972, es uno de los que aparecen en Quince poetas franceses contemporáneos, la antología bilingüe que publica Libros del Aire en su colección Jardín cerrado, con selección y traducción de Jeanne Marie y prólogo del crítico y poeta Philippe Biget, que habla de esta autora como creadora de "una poesía en apariencia sencilla y simple pero donde brilla una fulgurante audacia como cuando habla de esta relación con el tiempo."

Una selección bilingüe pensada, como explica la antóloga, "para que el lector español pueda descubrir obras de poetas franceses desconocidos o poco conocidos en España, en una antología que mostrara la poesía francesa del siglo XX hasta comienzos del XXI, con sus innovaciones y sus tendencias." 

Desde finales de la década de los 30 hasta hoy, esta muestra reúne la sencilla profundidad y la elegante emoción de Hélène Cadou; el equilibrio entre la dicción clásica, la intensidad trágica y la base onírica en la poesía del haitiano Jean Métellus; la poesía directa y resistente de Jean Pierre Rosnay -Mi lápiz es mi bastón de ciego-, la mirada telúrica a la naturaleza de Serge Brindeau; la poesía civil e interrogativa de Pierre Seghers; la luz y la sombra del amor y la muerte en las imágenes surrealistas de Alaín Borne; la experiencia del exilio, entre la melancolía y la esperanza, como eje de la poesía del bagdadí Salah Al Hamdani; o la naturaleza, atravesada por el silencio interior y el tiempo en la poesía intimista de Max Alhau:

Has borrado todas las palabras 
para que la página vuelva a ser perfecta blancura.
Puedes dar paso a la alondra 
cuyo vuelo acorta el tiempo.
Al capricho de tus sueños vas 
por la orilla del río 
a punto de salir a ningún estuario.

¿Desde ahora qué mundo murmura en ti, 
del que tú eres el incendiario?

"Al ser la traducción la reescritura de un texto original- explica la traductora-, implica necesariamente un riesgo la interpretación de ese texto. Para minimizar ese riesgo inevitable, he preferido ser humilde y fiel a la palabra original del poeta, al espíritu de cada voz poética." 

Y así entre estos Quince poetas franceses contemporáneos aparecen otras voces: la reivindicación feminista y la compasión ante el emigrante de Nicole Laurent-Catrice, la palabra existencialista de Gabrielle Althen y el superrealismo como una línea de fuerza que sigue impulsando la poesía francesa actual, por ejemplo en Brigitte Gyr y en las asociaciones misteriosas e imprevistas que convocan sus metáforas: 

Constante y atravesable 
adelantándome al presagio 
Soy lo que niegas 
El más alto de los engaños 
Que la flor celebra

 Santos Domínguez

6/4/15

Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal




Stefano Mancuso.
Alessandra Viola.
Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal.
Traducción de David Paradela López.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2015.


Las plantas hablan entre ellas, reconocen a sus familiares y dan pruebas de tener caracteres distintos. Al igual que en el reino animal, en el vegetal existen plantas oportunistas y plantas generosas, honestas y falaces, que recompensan a quienes les ayudan y castigan a quienes tratan de lastimarlas.

¿Cómo negar que sean inteligentes? En última instancia, se trata de una cuestión terminológica y depende de la definición de inteligencia que elijamos.

En esos párrafos anuncia el neurobiólogo vegetal Stefano Mancuso algunas de las propuestas más atrevidas de las que aborda en Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal, que publica Galaxia Gutenberg.

Un libro que, a pesar de su rigor, por su tono, su enfoque y su lenguaje está más cerca del ensayo divulgativo que de la monografía científica.

Un libro lleno de sorpresas sobre el mundo de las plantas, que han sido vistas tradicionalmente como una realidad natural intermedia entre el mineral y el animal, aunque históricamente han sido objeto de observación, de clasificación y hasta de sacralizaciones rituales o prohibiciones por parte de quienes las asociaban al mal:

Mientras que algunas religiones han sacralizado los vegetales (o mejor, parte de ellos), otras han llegado hasta el punto de odiarlos e incluso demonizarlos. Así ocurrió, por ejemplo, durante la Inquisición, con las plantas supuestamente utilizadas en las pociones de las mujeres acusadas de brujería: junto con las brujas, también el ajo, el perejil y el hinojo fueron sometidos a procesos. Por lo demás, aún hoy las plantas con efectos psicotrópicos gozan de un trato especial: algunas están prohibidas (¿cómo puede prohibirse una planta?, ¿podría prohibirse un animal?), otras están controladas y otras son sagradas y las usan los chamanes en sus ceremonias tribales.

A lo largo de cinco capítulos y con abundantes ilustraciones, Mancuso y Viola abordan las investigaciones científicas que desde Darwin y sobre todo en los últimos cincuenta años parecen acreditar que las plantas son sensibles hasta el punto de que no sólo tienen los cinco sentidos de la especie humana sino hasta quince sentidos más; se comunican entre ellas y con los animales; constituyen un internet viviente y un enjambre de raíces y no son ni inmóviles ni insensibles.

Sutiles en su capacidad de engañarlos, son capaces de manipular a los animales para convertirlos en vectores de la polinización, se relacionan con su entorno no solo por los sentidos, sino por algo parecido a una inteligencia menos compleja que la animal, pero imprescindibles para la vida, porque Mancuso entiende la inteligencia como un atributo imprescindible de los seres vivientes.

Y eso son las plantas, seres que no solo viven, que son capaces de sentir, duermen o articulan diversos mecanismos de defensa frente a las agresiones externas. Mediadoras entre el sol y los animales, las plantas son indispensables para la vida en el planeta, porque los animales dependen de ellas como ellas dependen del sol.

Establecen, pues, en la biosfera una conexión imprescindible entre el mundo orgánico y el centro energético del sistema:

En general, las plantas podrían vivir sin nosotros. Nosotros, en cambio, sin ellas nos extinguiríamos en poco tiempo. Y aun así, tanto en nuestra lengua como en casi todas las demás, expresiones como «vegetar» o «ser un vegetal» han pasado a indicar unas condiciones de vida reducidas a su mínima expresión.

«¿Quién es aquí el vegetal?» Si las plantas pudieran hablar, quizá ésta sería una de las primeras preguntas que nos harían.

Independientemente de que algunas de las propuestas sobre inteligencia vegetal sean, además de chocantes, discutibles en el terreno científico de los expertos, al lector común y curioso un libro tan sorprendente como este le planteará la necesidad de mirar el mundo vegetal con una nueva perspectiva.

Santos Domínguez

3/4/15

Palabras clandestinas de Manuel Ruiz Amezcua


Manuel Ruiz Amezcua.
Palabras clandestinas.
Huerga & Fierro. Madrid, 2015.


Cifrando las estrellas 
como huellas salpicadas de ceniza.

Adivinando rutas extrañas en el cielo.

Mirando siempre 
cosas abandonadas 
en los ojos de todos. 

Contemplando brasas 
noche adentro.

Llamando en medio de la nada.

Viendo que el universo 
levanta su misterio.

Escuchando el silencio de otros mundos, 
su luz fría sin remedio.

Mirando al centro de la luz 
desde los ojos de la sombra.

Haciendo las eternas preguntas.
Repitiendo las viejas respuestas.

A oscuras, a rastras, a ciegas.

Intentándolo todo 
partiendo de la nada.

Viendo fuego en lo oscuro.

Viendo la única luz 
del único camino.

La negra boca de la sombra.
La terrible belleza del misterio.

Ese texto, El bosque impenetrable, es uno de los poemas que Manuel Ruiz Amezcua publica en Palabras clandestinas, un volumen que acaba de editar Huerga & Fierro.

Un libro en el que la voz poética de Ruiz Amezcua habla del amor, denuncia la economía del miedo o los cerebros conspiradores que manejan en la sombra la política mundial, evoca el pasado o desenmascara a los poetas que controlan el canon: Esos que dicen que dicen / y nunca dijeron nada.

Desde los sentimientos más íntimos hasta la crítica más descarnada, desde lo más individual a lo colectivo y desde la esperanza a la  desilusión, nada queda fuera del campo temático de los casi cuarenta textos que el poeta ha agrupado en tres partes -El presente eterno, La verdad escondida y En la orilla- en las que la palabra combativa y la indignación se imponen sobre la emoción intimista en una poesía en la que la palabra directa es a la vez ética y estética. 

Santos Domínguez

1/4/15

La mujer de blanco




Wilkie Collins.
La mujer de blanco.
Traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez.
Alianza Editorial. Madrid, 2014.

En su colección 13/20, Alianza Editorial publica una nueva traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez de La mujer de blanco, una novela clásica de misterio de Wilkie Collins que para Borges era una de las obras maestras de la literatura universal.

Construida sobre el cruce de las distintas perspectivas narrativas aportadas por diversos testigos, Wilkie Collins justificaba así ese sagaz procedimiento en elPreámbulo de la novela: “La historia que aquí presentamos la contará más de una pluma, del mismo modo que la de un delito la cuenta en un tribunal más de un testigo".

Con una trama compleja y sabiamente organizada en función de la intriga que era necesario sostener desde su primera aparición por entregas en 1860 y con unos personajes de profundo trazado psicológico que van cruzando sus puntos de vista, La mujer de blanco es una de las creaciones más acabadas de su autor, que aquí fijó algunas de las claves estructurales más eficaces de los relatos detectivescos, con giros inesperados y sorpresas frecuentes.

Santos Domínguez