20/5/16

Antonio Colinas. Memorias del estanque


Antonio Colinas.
Memorias del estanque.
Siruela. Madrid, 2016.

“Yo fui un niño muerto. El agua me devolvió a la vida.” Así comienza Antonio Colinas sus Memorias del estanque, que acaba de publicar Siruela. 

La imagen que devuelve el espejo de un tiempo detenido en el agua parada del estanque es la que dibujan estas memorias en las que Antonio Colinas evoca su autobiografía a través de una serie de imágenes fijas cuya sucesión compone el transcurso de una vida indisociablemente unida a la poesía, vinculada a su vez vertebralmente a su experiencia.

Sus recuerdos personales, la formación de su mundo poético, sus lecturas y los paisajes que son el telón de fondo de su obra; la música y la pintura se suceden en esta páginas a través de la armonía serena en la que se funden la prosa y la mirada de Colinas para revelar las claves vitales y estéticas de su poesía, la serenidad silenciosa conseguida tras un largo viaje interior hacia lo hondo de sí mismo o del mundo guiado por la lectura de Rilke y de Leopardi, de Machado y Juan Ramón, de San Juan de la Cruz y María Zambrano.

Por eso, desde el reflejo sereno de otro tiempo parado en su espejo, de La Bañeza a Ibiza, pasando por los cuatro años de estancia en Italia, o de México a China, estas Memorias del estanque construyen el relato de un viaje interior que se superpone a los viajes exteriores y a los distintos lugares ligados a la vida y la obra de Antonio Colinas.

Una obra profundamente vinculada a su vida por medio de una escritura en la que se funden -en un trayecto de ida y vuelta- sentimiento y pensamiento, emoción y meditación, pasado y presente. Como en estas líneas: “Hundo los ojos en el estanque y la realidad es doble; no sé si es la de sus orillas arboladas o la que se refleja en el agua, la de hoy o la del ayer. Hundo la mirada y me siento arrastrar por un río.” 

Un río del que emergen la pintura y la música, Tiziano y Bach, Mahler y Botticelli, el Prado -“un estanque de estanques”-, Aleixandre o Neruda, los Alpes y el Teleno, la sabiduría oriental del taoísmo y la experiencia de la poesía en la calle en Latinoamérica.

Y cuando faltan las palabras convencionales el poeta intercala poemas inéditos que aluden también a ese proceso de construcción de una vida y de una voz poética que le ha dado sentido a su existencia a través de una búsqueda de plenitud que se prolonga hasta el presente:

“¿De qué está compuesta esta felicidad mía de ahora? Sobre todo de algo que ya señalé hace años, pero que entonces solo eran meras palabras para mí: soledad, serenidad, silencio. Hoy estas tres situaciones o estados de ánimo dan forma a algo más profundo que no puedo explicar con facilidad. Quizá todo se ha convertido a mi alrededor -en estos momentos, en estos últimos veranos, en estos campos- en símbolos fértiles.”

Además de las Memorias del estanque, el volumen incorpora como apéndice "Un valle, dos valles", del que escribe Colinas: “Estas páginas nacen de una tremenda dualidad. De dos valles. Por un lado, del retorno al origen, del descenso a las raíces, de la meditación sobre las ruinas de mi infancia; del otro, de la contemplación de la naturaleza en su plenitud, la fuente originaria, para encontrar alivio. Extremos que a veces logramos deshacer en esos instantes plenos.”
Bb

Santos Domínguez